domingo, enero 21, 2007

CRONICA MALKIANA 30


Almorzando
contigo

Era ya de madrugada cuando abandonó la fiesta en casa de Ariadna. El sol estaba anunciando su llegada con plateados destellos en el horizonte, y mientras caminaba rumbo a la avenida principal podía sentir la fragancia de las flores de lavanda que crecen por miles en los jardines de Consumópolis.
-Fue una noche entretenida-, pensaba Roque y recordaba las canciones y los chistes que escuchara mientras bebía las embriagantes pócimas que Ariadna había dispuesto para agasaja r a sus invitados. Siempre era augurio de un buen rato las invitaciones de la amiga de todos. Su casa se estaba volviendo un buen refugio para la manada de lobos solitarios y esteparios que deambulan cada noche de fin de semana en busca de espacios donde saciarse de buena conversa, música y un desinhibido trato.
Roque es uno de esos lobos solitarios y noctámbulos que de vez en cuando abandona su cueva rutinaria y se escapa para vivir emociones juveniles que hacen tanto bien como soporífero de la modorra cotidiana del día a día.
Ariadna abre las puertas de su casa casi al mismo tiempo que abre su corazón, aun trae sobre su áurea los colores del caribe caraqueño y la costumbre bolivariana de vivir con la casa abierta como esperando que toda América entre y se vuelva una sola gran familia.
Al día siguiente, cercano al mediodía, Roque recordó que había olvidado su chaqueta en casa de Ariadna, quizás por el calor de la noche veraniega o por los efectos de los mojitos cubanos, no recordaba bien por qué aunque no importaba, total estaba en buen lugar y endilgó sus pasos hacia la recuperación de su prenda.
Ariadna sintió que alguien llamaba desde la puerta del jardín, y volvió a repetirse que debía comprar un timbre, no siempre se escuchan los llamados de las visitas y muchas veces debió recibir las quejas de amigos y amigas que después de insistir largo rato se marcharon aburridos de esperar respuesta.
La voz era conocida, familiar, y al ver a Roque en la puerta su rostro mostró la alegría y la sorpresa de quien recibe a un amigo querido. No eran necesarias ni excusas ni argumentos elaborados para justificar su presencia allí, Roque saludó a Ariadna y directamente le dijo que venía por su chaqueta, olvidada la noche anterior en la euforia de la tertulia.
Lo hizo pasar, recordaron un par de anécdotas de la fiesta, comentaron lo buena que estuvo la conversa y los desbandes, rieron, y él sintió como si no se hubiese ido antes, como si la fiesta no hubiera terminado, aun estaba en el aire la alegría de anoche.
Ariadna lo invitó a almorzar, ya era casi la una de la tarde y a los amigos hay que atenderlos, premisa que ella tiene muy metida en su forma de relacionarse. Roque no se negó, además era una buena manera de seguir el buen rato que estaba pasando, casi se sentía egoístamente feliz de tener a Ariadna sólo para él, sin las interrupciones y las bromas de los amigos que generalmente cortan las conversaciones justo cuando se están poniendo interesantes.
Almorzaron solos, alegremente, y con la complicidad de quienes siente íntimamente que están haciendo algo normal que será deliberadamente malinterpretado por los demás del grupo. Pero no importaba, y disfrutaron cada bocado y cada sorbo de este almuerzo, era una exquisita y metafórica manera de entregarse. Verlos era como sentir que no almorzaban juntos, sino que se almorzaban entre ellos. Cada uno imaginaba al otro en un desenfrenado banquete de piel y húmedos besos. Y mientras hablaban y comentaban de historias y personajes, sus áureas se mezclaban y se confundían en tonos rojos y violetas, en degradaciones de naranjas y amarillos.
Terminaron de almorzar después de mucho rato. Ninguno dijo nada sobre la piel erizada o el temblor en las manos. Cada cual pensó que había sido el vino… en fin, igual era grato sentirlo.
Roque dijo que ya era tarde para él, recordó su chaqueta, el motivo de la visita. Ariadna le trajo su prenda y le acompañó a la puerta, entonces Roque vio que en un sillón estaba también el Casco de motociclista de su amigo Fabricio, dedujo rápidamente que él también volvería, y en un inesperado acto de territorialidad lo tomó y dijo a Ariadna que aprovecharía de pasar a dejarlo a la oficina de su amigo. Ella, sin pensar en nada exraño, aceptó y le abrió la puerta de su jardín.
Se despidieron con un beso en la mejilla, de esos que premeditadamente rozan la comisura de los labios, como un aviso de que un próximo almuerzo podría ser más apetitoso.
Roque volvió a caminar por la misma calle perfumada de lavanda, ahora el sol estaba picando el aire con un calor molesto, pero él iba fresco, alegre, y mientras jugaba con el casco de su amigo reía al pensar que había frustrado la visita de Fabricio, vendría por el casco y se enteraría que ya antes había estado él, que había almorzado con Ariadna y eso era suficiente tema para que en la próxima reunión la historia estuviera aumentada y condimentada hasta volverse tan sabrosa que amerite ser una crónica malkiana.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Te quiero tanto Adriana, por esa generosidad tuya, por ese querer sin atavismos, por esa entrega a tus amigos sin cuestiones, por ser tu y solo tu, así entera.
Y como dice Malkiano, por ese Bolivar que se quedó en tu piel, te quiero más todavía.
Como las extraño, pero ya llegaré y volveremos a encontrarnos para compatir así sin caretas, tal cual somos, gozadoras, besadoras, querendonas.
Gracias Malkiano, por tus palabras, me llevaron a caminar por esa calle
perfumada de lavandas en donde la querida Jana y yo un día a pesar del trasnoche nos atrevimos a "robarnos" algunas que compartimos
con desconocidos, como cuando nos creíamos hippie y regalabamos flores paz y amor.
Un abrazo grandote desde el Valle del Elqui a todos y todas, los que lean este blogger.
Besitos Malkiano

Anónimo dijo...

Te quiero tanto Adriana, por esa generosidad tuya, por ese querer sin atavismos, por esa entrega a tus amigos sin cuestiones, por ser tu y solo tu, así entera.
Y como dice Malkiano, por ese Bolivar que se quedó en tu piel, te quiero más todavía.
Como las extraño, pero ya llegaré y volveremos a encontrarnos para compatir así sin caretas, tal cual somos, gozadoras, besadoras, querendonas.
Gracias Malkiano, por tus palabras, me llevaron a caminar por esa calle
perfumada de lavandas en donde la querida Jana y yo un día a pesar del trasnoche nos atrevimos a "robarnos" algunas que compartimos
con desconocidos, como cuando nos creíamos hippie y regalabamos flores paz y amor.
Un abrazo grandote desde el Valle del Elqui a todos y todas, los que lean este blogger.
Besitos Malkiano

Anónimo dijo...

Eres genial!
Te felicito, de la nada haces algo, eres creativo, observador, en fin.....

Anónimo dijo...

Y segun cuentan las brujas ornitorrincas, las chuletas de ese almuerzo las aliñó Jorgito... ji ji ji....