viernes, diciembre 31, 2010

Mis años de Tigre: Divagación autobiográfica de fin de año


“...que aún cuando los amé por sus defectos
tanto como por sus virtudes
mis amigos fueron enemigos con zancos
que hundían sus cabezas en una nube artera.”
(Dylan Thomas, Poemas completos)



Ha sido el Año del Tigre, de acuerdo a la astrología china tan sabia como antigua. Con sus zarpazos y furias hizo temblar a muchos. Pero también ha sido un año de desafíos y arrojos existenciales que enfrentó a tantos con su destino, así cambió vidas y transformó conductas.

Nací bajo este signo hace 48 años, y haciendo un raconto de los Años del Tigre que sucedieron desde mi llegada al mundo (1962) encontré que cada uno de ellos estaba marcado por un hecho trascendental en mi vida, partiendo por el mismo año de mi nacimiento: el Año del Mundial de Fútbol en Chile, con su euforia y sus avances en tecnología y comunicaciones, sólo por mencionar lo territorialmente cercano.

Luego vino 1974, la dictadura militar nos incluye entre los “non gratos” y en mi adolescencia descubro la secreta vida de los clandestinos, el aprender a no preguntar más allá de lo “necesario”, conozco “tios y tias” que llegaban sólo por una o dos noches, dormían vestidos, se despedían con lágrimas silenciosas partiendo callados apegados a las paredes de la calle para perderse en el tiempo y la memoria.

En 1986 nace mi primera hija (“hija de Tigre” que salió igual de rayada), contraigo matrimonio y concreto la dualidad mística oriental: Tigre y Dragón. Es el año del primer gran cambio en mi vida. Voluntariamente abandono mi estilo de vida burguesa, de clase ABC1 para entrar al realismo mágico de vivir según principios propios, íntimos y basados en el amor a lo humano, a lo que se construye desde la intención y el paisaje interno. El hippismo, vieja corriente en peligro de extinción, se agarra de mí y hasta hoy se aferra a mi cotidianeidad. Algo que por cierto a muchos extraña, a otros asombra, a pocos gusta y a una gran cantidad molesta e irrita. Pero bueno, es lo que hay.

Es 1998, Iquique, dejo mi cargo de Jefatura grado 8 en la I. Municipalidad de Iquique. Cargo que me permitió recorrer Sudamérica en un bonito proyecto de integración bioceánica, idea impulsada por el entonces alcalde Jorge Soria. Y dejo la muni, a pesar de sentir que allí hacía algo muy importante, pero las cosas comenzaron a trastocarse. Fui testigo de muchas acciones llenas de incoherencia y poca honestidad, y las contradicciones internas comenzaron a pasarme la cuenta. No pude, ni quise, entrar en esa máquina políticamente incorrecta y dejé de ser “de confianza”. El ostracismo institucional que me impusieron aceleró mi renuncia, aún habiendo sido calificado con nota 7 de excelencia en la evaluación funcionaria. Pero bueno, un tigre sabe cuando la maleza no es buena para vivir y es mejor buscar nuevos territorios.

2010, el presente. Vaya qué año hemos tenido. En lo personal fue “el año”, realicé una maravillosa y mágica gira titiritera por Argentina y Brasil, innumerables amigos y amigas, experiencias alucinantes y alucinógenas, un crecimiento artístico tremendo, un darme cuenta de la pequeñez del ser humano frente a la naturaleza y de lo gigante que somos frente a la adversidad. El año de decidir no hacerme cargo de los odios y las envidias de los otros, el no entrar en pendejadas y sentarme a la orilla del rio hasta ver como pasa flotando el cadáver de mi enemigo, y así ha sido. Descubrí que lo único real es lo que se ha hecho y no lo que se ha dicho. Las palabras se tuercen, contradicen, disfrazan y malinterpretan. Pero el gesto, la acción, la obra, el abrazo y el producto tangible, eso queda. Es testimonio de lo que somos o fuimos, una antesala de lo que seremos. “La medida social del hombre está en la duración de sus obras: La inmortalidad es el privilegio de quienes las hacen sobrevivientes a los siglos, y por ellas se mide” (José Ingenieros, El Hombre Mediocre).

Soy ya un tigre maduro, mi descendencia ya dejó la madriguera y caza en territorios propios, hijas del Tigre y la Dragón están construyendo sus historias y me llenan de rayado orgullo. Estoy iniciando nuevos desafíos, y han salido depredadores al camino. Algunos, que con piel de oveja se acercaron para luego mostrar sus garras, allí quedaron ufanándose de éxitos falsos, yo tranquilo y seguro avanzo, no me detengo a lamerle el culo a nadie.

Como Tigre me gusta rugir y desafiar, y hay quienes contestan. Y que bueno es cuando nos rugimos entre fieras con claridad y consecuencia, respetando al otro y con la madurez y la inteligencia de la honestidad. Pero cuesta encontrar esos desafíos, casi siempre aparecen hienas, buitres y ratas de maleza que se las dan de fieras. Y en vez de rugir claro y fuerte, se dedican a roer maliciosamente en las sombras, a defecar en el entorno, a ensuciar al otro con su mierda y así intentar parecérsele. Pero los Tigres se meten al agua y se sacan la suciedad, los otros siguen enmierdados por más que se laven. Lo triste es saber que abundan más las ratas que los tigres. Quizás por eso cada vez que aparece uno tratan de matarlo o domesticarlo, “los animales de una misma especie difieren menos entre sí que unos hombres de otros” (Plutarco, Obras Morales Vol.3).

Quizás tenga buena fortuna y logre recorrer los siguientes cuatro años del Tigre que me quedarían por vivir: 2022, 2034, 2046 y 2058. Eso significa vivir hasta los 96 años. Uff, ¡¿Habrá selva donde vivir aun?! y lo que es peor: ¡¿Me dejarán las ratas llegar a tan viejo?!, bueno, por mientras consumiré bastante antioxidante, (Merlot principalmente) y mantendré más atenta la mirada, más afiladas las garras y el rugido vigente. Seguiré siendo amigo fiel de mis amigos fieles, contrincante justo de mis justos adversarios y dejaré que la indiferencia jardinera se encargue de las pendejas malezas que siempre salen por ahí.

Feliz año 2011. Año del Conejo.

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