EL TOUR DEL ESPANTO
Sin más demora que lo habitual, el Hombre contesta y resuena en su oído una voz de tono amable y respetuosa que se autoidentifica como oficial de la policía civil, solicita una entrevista ojala en lo inmediato, por un asunto sin mayor trascendencia… el Hombre accede, los cita y los espera… y antes de que lleguen llama a
El Hombre los recibe… dos seres de traje portando metálicas insignias… una orden de arresto… una invitación forzada al automóvil… un descender al infierno...
Hombre no entiende… comprende que le pidan su testimonio desde muy lejos, y que por su larga ausencia se exija que concurra sin falta ante el tribunal… comprende que debe ir… comprende todo eso… pero ¿son necesarias las cadenas, las esposas, el desprenderse de las atávicas pertenencias, el calabozo,? ¿Es necesario dormir en cuartos con penetrante hedor a orines? ¿Es necesario el despojo de la condición de Hombre para pasar a ser Animal entre Animales?
Esa noche de Viernes no hizo frio… pero Hombre tenía helado su corazón… no pudo ver a Mujer… no pudo imponer la razón por sobre la tozudez de los seres sombríos con metálica identidad. Pudo, eso sí, descubrir que en los ojos de los seres se refleja la morbosidad del poder… una perversión adquirida en escuelas de deformación humana… en algunos no progresa, pero en otros se vuelve motor y razón de vida… y Hombre vio en los ojos de los seres esa escuela… y le dolió el espíritu… no el cuerpo, sino más profundo… la humanidad se resiente a si misma cuando encuentra entre sus pares
Sumido en la incierta oscuridad del calabozo y con un temblor arterial sacudiendo su insomnio, Hombre se enrollaba en la lánguida frazada que le arrojaron antes de cerrar la puerta de la noche. Dormir era imposible, miles de imágenes y temores atravesaban la mente de Hombre, y los sonidos de la calle se filtraban por mezquinos orificios de una inalcanzable ventanilla, como burlándose del encierro y aumentando el espanto del prisionero. Tampoco ayudaba al sueño el olor del lugar… amoniaco y creolina, combinación que no se digería en el aire ni se detenía ante pañuelos o manos que tapaban la boca y las narices de Hombre.
Y llegó la mañana… despacio y silenciosa… hasta que estalló en el aire el ruido brutal del cerrojo, abierto con furia por los seres de traje, y la voz inhumana pronunció el nombre de Hombre… y con el desprecio del poderoso le tomó del brazo para forzarlo a caminar al ritmo de su prepotencia, un camino triste hacia la presencia de un inquisidor de poca monta que decidirá el destino de Hombre… aquel que dará la orden perentoria para que comience, “a la brevedad posible”, el Tour del Espanto.
(Continuará)
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