Patética tarde
En la radio Sabina canta Peor para el Sol, afuera el día se esfuma en sombras grises que invaden las calles. En mi mano un vaso de ron añejo y una rodaja de limón, patética escena de película barata o culebrón centroamericano de bajo presupuesto. Sólo falta un cigarro a medio acabar en mi boca, pero no fumo... tampoco soy un buen bebedor, este ron lleva más de una hora en mi mano... creo que sólo Sabina podría considerarse una adicción por estos días.
“Bruja, si aterrizas con tu escoba en mi balcón...”, bruja.... ya ni recuerdo cuántas brujas me han hechizado ni cuantas de ellas han muerto en mi hoguera, y me refiero a esa hoguera que consume carne y espíritu y deja los cuerpos secos y vacíos de ganas hasta que logran zafarse, y así escapan del patético estado que el tedio y el conformismo producen.
El ron sigue aquí... las calles ya están oscureciendo y desde mi ventana observo como desaparecen los caminantes diurnos y llegan los vagabundos y los cartoneros a hurgar en las basuras del consumismo- Unos buscan restos de comida que calme el fuego de las tripas, otros recogen trozo a rozo el sueldo diario del kilo acartonado, y cambian las sombras humanas. Cuerpos pequeños y regordetes se arrastran entre cajas y bolsas plásticas, niños de cara sucia juegan mientras la madre apila cartones y diarios. Los perros se toman los rincones y preparan sus lechos pulguientos, y de vez en cuando un vagabundo se les arrima para robarles el calor canino que abrigue la soledad de la borrachera urbana.
Yo sigo aquí, con mi ron, Sabina y el cigarrillo ausente... no puedo decir que pienso en ella porque no lo hago... duelen ciertas heridas que fingimos no tener, y no estoy hoy para desangrarme, menos en viernes de primavera. “Espérame al otro lado de la nube negra... allá donde se escriben las canciones... al otro lado de los apagones...”
Extraño a mis gorriones... tanto tiempo lejos de ellas me ha consumido vida... y es tan difícil llegar, hay tanto odio gratuito rodeándome, tantas malas jugadas que no se cómo hacer para no sentirlas, paro no tener que vivirlas... duelen ciertas heridas, más cuando se vuelven estigmas que aparecen y me desangran sin saber por qué las tengo. Nada es gratuito dicen los viejos, todo se paga de una u otra forma, ¿Y cuál es mi deuda? Quizás querer vivir libre... libre de modelos y esquemas. Libre de prejuicios y recelos, libre de todos y de nadie, libre de la necesidad de los otros, sólo dependiente de mí. Y eso no es bien visto, se debe tener deudas con el prójimo. Es como cuando quise sacar un crédito, no me prestaron porque no le debía a nadie. Si a nadie le debo cómo garantizo que pago...
Patética tarde, de esas en que no se siente avanzar la vida, como si se congelara, insípida y pobre sensación de patético aburrimiento- Hasta escribir se hace letárgico.... mejor sigo con el ron y dejo que Sabina hable por mí... a fin de cuentas.... “No tiene corazón... vámonos, vámonos, vámonos pa’l sur...” .
En la radio Sabina canta Peor para el Sol, afuera el día se esfuma en sombras grises que invaden las calles. En mi mano un vaso de ron añejo y una rodaja de limón, patética escena de película barata o culebrón centroamericano de bajo presupuesto. Sólo falta un cigarro a medio acabar en mi boca, pero no fumo... tampoco soy un buen bebedor, este ron lleva más de una hora en mi mano... creo que sólo Sabina podría considerarse una adicción por estos días.
“Bruja, si aterrizas con tu escoba en mi balcón...”, bruja.... ya ni recuerdo cuántas brujas me han hechizado ni cuantas de ellas han muerto en mi hoguera, y me refiero a esa hoguera que consume carne y espíritu y deja los cuerpos secos y vacíos de ganas hasta que logran zafarse, y así escapan del patético estado que el tedio y el conformismo producen.
El ron sigue aquí... las calles ya están oscureciendo y desde mi ventana observo como desaparecen los caminantes diurnos y llegan los vagabundos y los cartoneros a hurgar en las basuras del consumismo- Unos buscan restos de comida que calme el fuego de las tripas, otros recogen trozo a rozo el sueldo diario del kilo acartonado, y cambian las sombras humanas. Cuerpos pequeños y regordetes se arrastran entre cajas y bolsas plásticas, niños de cara sucia juegan mientras la madre apila cartones y diarios. Los perros se toman los rincones y preparan sus lechos pulguientos, y de vez en cuando un vagabundo se les arrima para robarles el calor canino que abrigue la soledad de la borrachera urbana.
Yo sigo aquí, con mi ron, Sabina y el cigarrillo ausente... no puedo decir que pienso en ella porque no lo hago... duelen ciertas heridas que fingimos no tener, y no estoy hoy para desangrarme, menos en viernes de primavera. “Espérame al otro lado de la nube negra... allá donde se escriben las canciones... al otro lado de los apagones...”
Extraño a mis gorriones... tanto tiempo lejos de ellas me ha consumido vida... y es tan difícil llegar, hay tanto odio gratuito rodeándome, tantas malas jugadas que no se cómo hacer para no sentirlas, paro no tener que vivirlas... duelen ciertas heridas, más cuando se vuelven estigmas que aparecen y me desangran sin saber por qué las tengo. Nada es gratuito dicen los viejos, todo se paga de una u otra forma, ¿Y cuál es mi deuda? Quizás querer vivir libre... libre de modelos y esquemas. Libre de prejuicios y recelos, libre de todos y de nadie, libre de la necesidad de los otros, sólo dependiente de mí. Y eso no es bien visto, se debe tener deudas con el prójimo. Es como cuando quise sacar un crédito, no me prestaron porque no le debía a nadie. Si a nadie le debo cómo garantizo que pago...
Patética tarde, de esas en que no se siente avanzar la vida, como si se congelara, insípida y pobre sensación de patético aburrimiento- Hasta escribir se hace letárgico.... mejor sigo con el ron y dejo que Sabina hable por mí... a fin de cuentas.... “No tiene corazón... vámonos, vámonos, vámonos pa’l sur...” .