martes, septiembre 11, 2012

TRES NECESARIOS ESFUERZOS TEATRALES


No los puedo denominar de otra manera que no sea “esfuerzos teatrales”, pues así es como se gestaron las obras presentadas en la Sala Avellanos de la UFRO los días 8 y 10 de septiembre. Tres montajes bajo una misma dirección. 

Montajes que un comienzo fueron cinco, pero el “pánico escénico” pudo más que la trayectoria y quedó la propuesta en tan sólo cuatro. Posteriormente, y a última hora las premuras del tiempo y las diversas obligaciones en producción y asistencia de dirección, sumadas a otras de índole personal, dejaron en una “pausa indefinida” al Hombre del Traje Verde. Así, las que superaron las inclemencias del clima teatral, finalmente, fueron tres esforzadas e interesantes obras.

El primer bofetón teatral que nos arroja Hernán Ormeño, director de esta trilogía, es el monólogo “La Cerro Prendío”, del autor venezolano José Gabriel Núñez. Un texto muy provocador y profundamente femenino, no confundir con feminista pues no es para nada un panfleto reivindicador o de resentido discurso anti machos, sino más bien una declaración victoriosa del Ser Sexualmente Mujer.  Y estuvo muy bien elegida la actriz que lo representó: Yasmira Velásquez, quien superó sus miedos íntimos y sacó la hembra-actriz que requiere un texto como éste. Con momentos altamente logrados donde su representación inunda de erotismo el escenario y suavemente se desliza atravesando la cuarta pared para provocar y cosquillear el eros del público. Otros instantes, aún posibles de perfeccionar a través de nuevas representaciones, ojalá pronto, darán mayor poder y trascendencia a esta hembra ardorosa que nos descubre (a los hombres) como el verdadero “sexo débil”.

Yasmira crece en escena y deja ver que su camino en el teatro está despejado para nuevos desafíos. En este monólogo, lleno de sensualidad y verdades que derriban mitos, está marcada la mano de una dirección rígida y exigente que permite que ésta joven actriz se desenvuelva como si llevara muchos años de escenario a cuestas. Mérito de ambos, considerando el tiempo empleado en la preparación y que además está simultáneamente estrenando otra obra, de estilo más naturalista y menos exigente, como otras anteriores donde ya habíamos visto actuar a una Yasmira menos sólida dramatúrgicamente. Pero aquí demuestra que puede hacer y ser mucho más. Eso sí, con la apropiada dirección y el necesario esfuerzo.

El segundo bofetón llega con “Autopsia”, del colombiano Enrique Buenaventura. En los roles estaban dos grandes figuras de la escena regional: Carmen Gloria Méndez y Osvaldo Salom.  Y la sorpresa mayor la dio “la Mendez” como le dicen sus cercanos. Estaba, en cierta forma, acostumbrado a ver a la actriz en escena, con su garbo y su parrocha, su humor y su ironía, su tono vocal que no cambia en persona  ni en escena. Y aquí magistralmente desapareció la actriz y sólo estaba en escena el personaje, con la tensión y el dolor vivo en su gestualidad, en la tonalidad de una voz llena de muerte viva, en la palidez tétrica de un rostro que no era de ella sino de una madre torturada desde adentro. 
Cuánto esfuerzo hubo en La Méndez para lograr esta belleza escénica, no lo sabremos quizás nunca, pero el que haya sido valió cada segundo.  

Salom hace su parte con la profesionalidad justa. El ritmo adecuado y la expresión precisa para sostener y controlar la tensión de su compañera en escena. Con breves instantes donde el actor se sobrepone al personaje y nos recuerda algunos movimientos y tonos de voz de “El Loco”, obra de Radrigán donde Salom deja salir una magistral actuación. Pero considerando el breve tiempo empleado en el desarrollo de este montaje era perfectamente esperable que primara aquí la experiencia antes que una sobreactuación, que afortunadamente no ocurrió. 
Bien por el teatro regional que nos permite descubrir que quienes aun sostienen este oficio son actrices y actores plenamente capaces de enfrentar desafíos y que no están contaminados por absurdos divismos autoreferentes.

El último bofetón, y ciertamente el que nos dio el nocáut definitivo llegó de la mano de dos jóvenes actrices: Paola Pino y Catalina Barros, en la obra Los Pájaros se van con la Muerte, del autor venezolano Edilio Peña.

Quienes no llegaron a la sala Los avellanos, se perdieron una de las buenas representaciones de lo que va del año en Temuco. Montada en escasos días, menos de un mes, con una escenografía minimalista pero muy creativa, el director Hernán Ormeño logra sacar adelante un drama entre madre e hija cargado de dolor, miedo, violencia, venganza, espiritismo negro y salvaje. Un ir y venir de pasiones y contrastes emocionales que Paola y Catalina expulsan en escena con fuerza y total efectividad. No dan pausas al espectador, nos atrapan poco a poco desde la primera gestualidad. El lazo que las une en escena y las mantiene atadas en el frenético drama de la obra, genera otro lazo invisible y más grueso que rodea y atrapa a cada uno de los espectadores, una atadura que, ni siquiera al final, es posible cortar.

Tremenda actuación la de Paola Pino en su rol de madre. Siempre sostuvo su gestualidad, su mirada, su tensión, su ira. El personaje siempre presente y la actriz totalmente subordinada a ese rol. Creíble en toda su representación.

Catalina hizo la oposición exacta. El calce perfecto de su personaje con el de Paola. Su corporalidad volátil, a ratos frágil, su rol de Hija-Niña atrapada, contrastó de maravillas con el peso y la dureza de la Madre. Hubo un breve instante de arritmia, casi a la mitad del montaje, pero pronto se recuperó el latir dramático y llegamos al final con un volar de pájaros que se volvió hacia ellas en agradecidos aplausos. Ciertamente estos montajes deben repetirse, promoverse y valorarse, Juntos o separados, no importa, cada uno de ellos está a la altura de un necesario espectáculo, sobretodo necesario.

El mérito final es ciertamente para Hernán Ormeño, actor y director chileno-suizo, que cruzó el Gran Charco para dirigir en Temuco. Él regresa a fin de mes al viejo continente y esperemos que se vaya con las ganas de volver, aun quedan pendiente algunas obras que inicialmente se propuso dirigir. Se le agradece profundamente su breve, pero fructífero, paso por La Araucanía.

Tres esfuerzos teatrales que vale la pena volver a ver, esperemos que así sea. 
Cada obra representada está ahora en poder de quienes las representaron y de ellos depende que volvamos a disfrutarlas, sólo de ellos.

Malkiano
Temuko. 11 de sept. 2012.- 

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