domingo, diciembre 12, 2010

“Sabe demasiado: Hay que matarlo"


Por Carlos Medina Viglielm

En muchas de las viejas películas norteamericanas policiales se decía, tras la aparición de algún cadáver acribillado a balazos que, "sabía demasiado".
Sigue pasando y no sólo en las películas policiales. Los que saben mucho, y no se trata de aquellos que acumulan conocimientos científicos, corren peligro de ser silenciados. Cada día, en "algún lugar oscuro del mundo", al decir de George Bush hijo, se liquida a alguien o a muchos, como sucede por ejemplo en México. Algún “político” por ahí, ha invitado al gobierno de los EUA a “liquidar” a Julian Assange.
Pocos individuos en la historia han acumulado tantos conocimientos "peligrosos" y por consiguiente, tantas amenazas sobre su persona como el director de Wikileaks, el australiano Julian Assange. A esta altura para referirse a él, por las dudas, habría que decir como el joven Potter: "el que no se puede nombrar".
Pero, más allá del tamaño de las revelaciones, no hay nada nuevo bajo el sol. Simplemente se pueden hacer hoy, frente a los documentos, constataciones de lo que se sospechaba o se sabía, a partir de hechos acaecidos o sus consecuencias.
El imperio actúa de manera tan arrogante como omnipotente, y de forma tan descarada como impune. Frente al poder ostentado (y utilizado) por Hillary Clinton, la vieja "Dama de hierro" inglesa Margaret Thatcher, sería apenas una colegiala mal educada. Y por más que la rabia que provocan las actuales revelaciones, harían poner rojo a cualquiera de los señalados, la Hillary seguirá con su rostro sereno y su sonrisa afable. La misma sonrisa con que se fotografió junto a Trinidad Jiménez, pocos días atrás.
De todas maneras ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién, de los cancilleres o presidentes, o primeros ministros del mundo, va a optar por condenar al Imperio, sin ser Evo Morales o el Hugo Chávez? Nicolás Sarkozy -tal vez orgulloso por los adjetivos que recibió de la "diplomaCIA" norteamericana-, ya optó por sumarse a la cruzada contra Assange. El recientemente elegido gobierno de derecha en Suecia, desempolvó una acusación por un supuesto "acoso sexual", archivada por falta de pruebas contra Assange y le dio motivo a los cruzados.
Interpol buscaba por cielo, mar y tierra a un "peligroso maniático sexual". Qué extraño. Ninguna orden de arresto internacional se ha librado contra ningún cura u obispo pederasta de los que se dan a conocer cada día.
Wikileaks se ha convertido, gracias a las nuevas tecnologías, la red de Internet y a Julian Assange, en el mayor controlador de los poderosos de toda la historia de la humanidad. Wikileaks le ha dado la posibilidad a la gente común y corriente, de conocer los entretelones del poder, le ha quitado la máscara, desvelando la sonrisa falsa, el halago hipócrita, el mismo beso de la muerte.
Algunos pensaron que la trama criminal que condujo a la caída de las Torres Gemelas y a las posteriores guerras en Afganistan e Irak, se conocería pasados los 50 años del secreto establecido o sea, en el año 2051. Eso sucedió por ejemplo, con la trama que condujo a los EUA a participar directamente en la Segunda Guerra mundial: el silencio del gobierno norteamericano en conocimiento del ataque a Pearl Harbor. Pero los tiempos cambian. Los secretos concernientes a la que es, sin dudas, una de las mayores conspiraciones criminales de la historia, ya se están dando a conocer. Junto con los detalles técnicos, como por ejemplo el diámetro de apenas 6 metros que dejó el supuesto avión del "vuelo 77" estrellado en el Pentágono, del cual se evaporaron (antes de tocar el edificio) sus dos motores de 3 toneladas cada uno y hechos de acero y titanio (tampoco se vio nunca junto al hueco el impacto de las alas, como sí se vieron en las torres), se están conociendo los -lapidarios- diálogos entre los gestores y administradores de la trama.
Wikileaks ya había dado a conocer los crímenes contra prisioneros y civiles perpetrados por los soldados norteamericanos desquisiados (y/o drogados como en Viet Nam). Para colmo de males, Assange amenaza ahora con la “bomba madre de todas las bombas” de las revelaciones; algo que seguramente aterra mucho más a los administradores del imperio –y sus socios por el mundo-, que la revelación de sus “guerras sucias”: cuáles fueron las maniobras fraudulentas de los bancos que precipitaron la crisis de la economía mundial y por si fuera poco, los irresponsables procedimientos utilizados por las grandes compañías petroleras, como la BP, culpable del gigantesco desastre en el golfo de México.
El principal titular de uno de los más grandes diarios suecos, el Sydsvenska Dagbladet del día 4 de los corrientes, provocaba risa: "EUA prohibe a sus empleados públicos ver a Wikileaks". El matutino que se edita en la ciudad puerto de Malmö, daba cuenta de que la Casa Blanca, había ordenado a las autoridades estatales bloquear el ingreso a Wikileaks desde los lugares de trabajo. Assange agradecido. No hay mejor manera de pintarle los dedos a la gente que colocando un cartel de prohibido tocar.
Simultáneamente el gobierno galo, según una carta escrita por el ministro de Industria Eric Besson y dada a conocer por Reuters, estudia cómo va a hacer para que el sitio Wikileaks no pueda usar servidores desde el territorio francés,
Hasta aquí lo divertido. Lo que definitivamente deja de ser divertido, es el inconmensurable agujero negro en la confianza de la gente.

Ahora resulta que el gobierno de España, en lugar de ayudar a la familia del periodista José Couso, asesinado en Irak (seguramente por orden de la CIA), ayudó al gobierno norteamericano para que se archivara el caso. El gobierno de los EUA presionó a la Suprema Corte de Justicia española para que el Juez Garzón no se ocupara del caso, y lo logró.
Se constata entonces lo que se decía algunos párrafos más atrás: "El imperio actúa de manera tan arrogante como omnipotente, y de forma tan descarada como impune". Pero la impunidad no se la da la gente común y corriente. La impunidad no surge de los miles de millones de personas que laboran y sufren día a día. La impunidad, ahora en cierto sentido rota por Wikileaks, se la dan los modernos eunucos, los políticos corruptos encaramados en los gobiernos; esos políticos que miden a conveniencia, decir esto o aquello, a la espera de sus repugnantes beneficios personales o partidarios.
Los nazis quemaron montañas de libros. La prohibición de ver a Wikileaks impuesta a los empleados públicos norteamericanos es algo muy similar. Pero qué le hace una raya más al tigre. El imperio seguirá acrecentando tanto su poder, como la cantidad de acciones criminales para mantenerlo. Es posible -ha sucedido muchas veces antes por cuestiones infinitamente menores-, que Julian Assange aparezca "suicidado" (debe haber decenas de proyectos para ello).

Pero ya no será el único que sabe demasiado: él se ha convertido en millones.

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