EL TOUR DEL ESPANTO
Segunda Parte:
Segunda Parte:
Engrillado
No hubo tiempo para el Hombre… no hubo espacio para respirar el aire de esa mañana de sábado, aire que afuera debía estar tibio y dulzón pero que en la boca de hombre se volvía agrio, espeso, incómodo sabor de la mañana de los prisioneros… y vino otra vez el ambiente de los gritos, los empujones, el inhumano proceder de los celadores.Desnudado en un sombrío espacio con manchas de orín en las paredes Hombre es revisado por un ser de delantal blanco, al menos hay suavidad en su trato, casi podría decirse que advierte que frente a él no está un prisionero habitual… un delincuente… y moderando la voz ordena vestirse, y se retira para dejar nuevamente a los carceleros que llegan arrastrando unas cadenas largas, metálicamente brillantes y una especie de chaleco sin mangas, como un corsé burdo de lona, y Hombre observa como los seres, dos a la vez, se esmeran en vestirlo de cadenas y chaleco amarillo. Esposan sus manos y las atan al chaleco, y una cadena larga y fría recorre su pierna por dentro del pantalón hasta atrapar dolorosamente sus tobillos. Así sale el hombre hacia la calle del penal, así lo suben al carro, y entre las rendijas de una diminuta ventanilla alcanza a ver el rostro de Mujer… no puede gritarle… su voz no le sale… hay un nudo de lágrimas contenidas y de rabia enorme que tapona su garganta… y el carro parte haciendo caer a Hombre y el golpe despierta más aún la ira y el absurdo. No hay tiempo para la desesperación, piensa, no hay tiempo para la desesperación… y respira, una ves y otra vez, mientras el carro gira y avanza veloz por la ciudad… se calma. Igual como subió es llevado a las celdas de espera… sin dejar los grilletes y caminando con el dolor en los tobillos imagina que es un cristiano penitente que carga un silicio para expiar culpas… pero qué culpas… qué infames culpas está pagando para vivir este trance… el ruido de otras voces llaman su atención y descubre otros rostros, miradas oscuras y un lenguaje extraño, palabras que suenan distinto en los oidos de Hombre. Uno de los otros se levanta y acercándose a Hombre le registra las ropas, no lleva grilletes y antes de que Hombre oponga resistencia el sonido arrastrado y agudo de la voz del otro detiene la defensa – rhanqilo tata… rhanquilo… aquí tai solito…- y en sus manos se van las pocas monedas que Hombre guardaba en sus bolsillos… y se sienta, callado, mientras los otros hablan en su lengua clandestina y relatan sus hazañas y sus nexos con otros como ellos, es como si cada uno narrara su currículo en un intento de marcar jerarquía o territorio.Hombre solo escucha… nada sabe de ese mundo y nada tiene que contar… está solo… Realmente solo. La celda se abre, ha pasado mucho tiempo… el dolor en el estómago le indica que ya pasó la hora habitual del almuerzo, tampoco hubo desayuno y duda que vayan a traer algo… la voz en la puerta indica que es el turno de Hombre… debe entrar a la sala y recibir la orden que marcará sus días… entra y no ve a nadie más que a los serios y fríos seres que presiden la testera inquisidora… escucha sin oír… presiente lo que viene y no se equivoca…. La orden es tajante y perentoria… Hombre debe ser llevado ante el estrado mayor… lo antes posible, su presencia es requerida y su testimonio fundamental. No hay tiempo para palabras, ni para exigir otro trato… lo levantan bruscamente y alcanza a girar su cabeza para ver a Mujer que entraba a la sala, no puede hablarle pero sabe que está ahí… sabe que está cerca… y sabe también que ella logrará entrar a verle… sólo tiene que esperar… esperar… y camina hacia la celda, con el dolor de las cadenas en los tobillos, con las muñecas enrojecidas por el metal… con el cuerpo y el espíritu engrillados en un solo eslabón… ahora hay que esperar… ella sabe que hacer.
(continuará)
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