¿QUIEN DETIENE DOS HURACANES EN CELO?
Breve relato de dos cuerpos en fuga...
Ahora que termina el año, y esperamos que no vuelvan los dolores vividos y se repitan los amores encontrados, quiero entregarles estos textos que cuentan brevemente una historia que la observación malkiana ha descifrado en las miradas de furtivos ojos.
No sé si habrá ocurrido así, no sé como termina, sólo se que envidio lo vivido y soy guardián del secreto.
No busquen identidades ni culpables, no sean inquisidores o inquisidoras, tan sólo imaginen que son ustedes y disfruten la posibilidad de un clandestino acto de liberación.
Feliz año nuevo queridos lectores.
En la piel de A.
Salí de tu casa tarde, aunque no hacía frio ni estaba lloviendo como suele ocurrir en esta ciudad, mi piel no dejaba de estremecerse… me temblaba el cuerpo y no lograba reunir las piezas desordenadas de aquel surrealista momento. Tu cuerpo deslizándose en mis manos y mi boca degustando la sal erótica de todos tus rincones. ¿Cómo llegamos a estar tan enlazadas que ni siquiera un cabello cabía entre tu cuerpo y el mio?.
Vorágine, locura, desesperación, un campo de batalla devastado por miles de besos y caricias. Yo caminaba esa noche como si un huracán hubiese estallado en mi cabeza, como si las calles fuesen de esponja y cada paso se hundiera y rebotara dejándome sin equilibrio… pero estaba llena de felicidad, llena de placer… saciada de tu carne y tu sudor… plena de tu imagen desnuda que desbordaba mas allá de lo que podía yo ver.
¿Quién juzga la locura y la pasión? ¿Dónde está la diferencia entre sólo amarte y sólo desearte?
En la piel de T.
Nada dijiste cuando salías de mi casa, nada dije yo tampoco al verte cruzar la puerta, pero quería gritar que te quedaras, que me abrazaras… pero era hora de que te marcharas, te esperaban en casa y esto no debió ocurrir… pero ¿quièn frena los cuerpos desbocados de sexo y fuego? ¿Quién detiene las manos desesperadas que abrazan y aprietan la carne tibia de la pasión?. No sé que pasó amiga, quizás esa mirada tuya, quizás mi mano en tu cintura, quizás tan sólo el ansia de dos cuerpos que se reconocen en la química y dejan de lado sus identidades y sus moralidades para entregarse al llamado animal del sexo. Me quedé sentado en mi sillón negro, con el vaso de ron que tú dejaste a medio beber y pensé en ti… mucho… tanto que no podía dejar de temblar. Y pensé más en ti, en lo que te diría mañana cuando te vuelva a ver en la cotidiana rutina de nuestras vidas…
¿Quién castiga la locura y la pasión? ¿Dónde encuentro la línea entre amarte y desearte?
Al día siguiente, A. y T. se encontraron en una calle del centro. Sus miradas tenían el miedo de quien espera del otro una indiferencia, sin embargo T. besó la mejilla de A. y susurró al oido “aun tiemblo…”, y A. sintió que su piel estallaba en luz, y le abrazó.
Tomaron un café juntos, hablaron de lo humano y lo divino, y quien los viera sólo vería a los amigos de siempre… aunque bajo la mesa dos manos tomadas hablaban con la verdad y sellaban el pacto secreto para siempre.
No sé si habrá ocurrido así, no sé como termina, sólo se que envidio lo vivido y soy guardián del secreto.
No busquen identidades ni culpables, no sean inquisidores o inquisidoras, tan sólo imaginen que son ustedes y disfruten la posibilidad de un clandestino acto de liberación.
Feliz año nuevo queridos lectores.
En la piel de A.
Salí de tu casa tarde, aunque no hacía frio ni estaba lloviendo como suele ocurrir en esta ciudad, mi piel no dejaba de estremecerse… me temblaba el cuerpo y no lograba reunir las piezas desordenadas de aquel surrealista momento. Tu cuerpo deslizándose en mis manos y mi boca degustando la sal erótica de todos tus rincones. ¿Cómo llegamos a estar tan enlazadas que ni siquiera un cabello cabía entre tu cuerpo y el mio?.
Vorágine, locura, desesperación, un campo de batalla devastado por miles de besos y caricias. Yo caminaba esa noche como si un huracán hubiese estallado en mi cabeza, como si las calles fuesen de esponja y cada paso se hundiera y rebotara dejándome sin equilibrio… pero estaba llena de felicidad, llena de placer… saciada de tu carne y tu sudor… plena de tu imagen desnuda que desbordaba mas allá de lo que podía yo ver.
¿Quién juzga la locura y la pasión? ¿Dónde está la diferencia entre sólo amarte y sólo desearte?
En la piel de T.
Nada dijiste cuando salías de mi casa, nada dije yo tampoco al verte cruzar la puerta, pero quería gritar que te quedaras, que me abrazaras… pero era hora de que te marcharas, te esperaban en casa y esto no debió ocurrir… pero ¿quièn frena los cuerpos desbocados de sexo y fuego? ¿Quién detiene las manos desesperadas que abrazan y aprietan la carne tibia de la pasión?. No sé que pasó amiga, quizás esa mirada tuya, quizás mi mano en tu cintura, quizás tan sólo el ansia de dos cuerpos que se reconocen en la química y dejan de lado sus identidades y sus moralidades para entregarse al llamado animal del sexo. Me quedé sentado en mi sillón negro, con el vaso de ron que tú dejaste a medio beber y pensé en ti… mucho… tanto que no podía dejar de temblar. Y pensé más en ti, en lo que te diría mañana cuando te vuelva a ver en la cotidiana rutina de nuestras vidas…
¿Quién castiga la locura y la pasión? ¿Dónde encuentro la línea entre amarte y desearte?
Al día siguiente, A. y T. se encontraron en una calle del centro. Sus miradas tenían el miedo de quien espera del otro una indiferencia, sin embargo T. besó la mejilla de A. y susurró al oido “aun tiemblo…”, y A. sintió que su piel estallaba en luz, y le abrazó.
Tomaron un café juntos, hablaron de lo humano y lo divino, y quien los viera sólo vería a los amigos de siempre… aunque bajo la mesa dos manos tomadas hablaban con la verdad y sellaban el pacto secreto para siempre.
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